Masculinidades Conscientes y Violencia de género
(noviembre 25, 26, 27 y 28 de 2021)

Ciertamente, cuatro días no son suficiente para erradicar un mal, un malestar que se ha incrustado en la realidad desde hace siglos. Un mal del que conocemos muy bien su comportamiento, los modos en que opera, en que se reproduce y replica tal cual un germen, por transferencia de contacto de humano a humano, de adulto a niño, de madre a hija, de padre a hijo (y de madre a hijo tanto como de padre a hija) es así como se posa y se instala. Con el tiempo se ha establecido en una cadena generacional y simbólica que empieza en las familias, se refina en los colectivos o grupos sociales frecuentados cotidianamente y, luego, retorna al mismo punto de partida. Se trata de un círculo vicioso en que se muestra predominantemente la cultura y lo social como guarida de lo patriarcal.

¿De dónde ha venido este mal?, no sé sabe a ciencia cierta, pudieron las condiciones biológicas dar los primeros adelantos en su origen, luego pudo concretarse en prácticas culturales (costumbres) y se potenció institucionalizándose como lo “normal”. Lo que sí sabemos clara y distintamente es que no podemos deshacer lo hecho, ese pasado que se introduce simbólicamente en la psique como una bota en el fango; no obstante, no todo está perdido, podemos deconstruir estas prácticas que le conservan, las fuentes de donde se nutre y se nos muestra infranqueable. Ahora, una pregunta válida no sería aquella que responda por su origen, sino por cómo confrontarlo.

Ciertamente, cuatro días no son suficiente para erradicar un mal, un malestar que se ha incrustado en la realidad desde hace siglos, no obstante, cuatro días han sido suficientes para mostrarnos un camino, una ruta que permita confrontarlo y, porque no, franquearlo. Entre enero y octubre de 2021, este germen ha dejado en Colombia un total de 521 feminicidios. Sí, indudablemente, este mal es la violencia de género tipificada en la Ley 1257 de 2008 de Colombia. Con el deseo de confrontarlo nace esta iniciativa en busca de generar espacios para sentir y pensar, abriéndonos a nuevas modos o posibilidades para disminuir la violencia de género hasta su erradicación e identificando sus factores principales que inciden en el aumento de los dígitos de asesinatos por mes.

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Dos herramientas de acción se nos han revelado con la Feria: los trabajos de masculinidades y la producción artística. Las masculinidades, en tanto que teoría para la acción, nos ponen en contacto con los hombres, actores principales de la violencia de género, portadores irascibles y de fácil contagio. Y la potencialidad estética de las artes por medio de la exploración de la sensibilidad permite crear nuevos imaginarios, distintos a aquellos sobre los que se justifica y se reproduce la violencia de género, fortaleciendo también la concientización.

Fueron cuatro días de Ferias para sentir y pensar, cuatro días en los que pudimos darnos cuenta de lo mucho qué hay por hacer, pero también en donde hemos ido descubriendo cómo hacerlo. Presentemos estos cuatro días de la II Feria de Sentires y Pensares en cuatro momentos que, a su vez, están distribuidos en dos estados: pensar y sentir.

APERURA: 25 de noviembre. Primer momento para pensar

Este primer día de Feria fue importante por varias razones, la primera de ellas es que coincidió con el 25N, día de conmemoración, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer; la segunda razón, radica en que la Feria reunió sobre un mismo escenario la cultura, la filosofía y las artes en torno al tema de Violencia de Género; mostrando una pluralidad de puntos de vista y un material importante para prácticas activistas y producción epistemológica y artística.

Café-filó , evento que se realiza en las instalaciones de la Alianza Francesa de Barranquilla, fue un espacio dispuesto para realizar la apertura de la II Feria dando su cuota de filosofía. La intensión aquí era conducirnos al pensar, a la reflexión desde un tema que tenía por título Recreación de la zoofilia en la literatura del Caribe colombiano a cargo de John William Archbold, docente e investigador de la Universidad del Atlántico y magister en Literatura Hispanoamericana y del Caribe por la misma Institución. El cierre del primer día estuvo a cargo de la Corporación Agencia Cultural 7/80 con su obra de teatro Heroínas somos muchas. La Feria para Sentir y Pensar tuvo entre sus propósitos estimular la reflexión sin abandonar la sensibilidad, haciéndolo desde dos recursos: el análisis literario y el teatro.

Cfr. https://www.youtube.com/watch?v=nM5r4ExYYXs&t=185s
Cfr. https://revistas.udea.edu.co/index.php/elc/article/view/339501


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El primer recurso en mención nos presentó un tema que, aunque está relacionado a la sexualidad del hombre, no representa, ciertamente, un tabú en la cultura del Caribe colombiano: la zoofilia, la cual ha estado presente en la historia de la humanidad, no es una práctica exclusiva del Caribe colombiano, esto permite que el análisis tienda a crear una cartografía bastante amplia que se decante en indicadores de la construcción de la masculinidad tradicional (respecto a la cultura). Para ello, nuestro invitado escogió mostrarnos esta cartografía en la literatura del Caribe colombiano.

Archbold, W. nos presentó la zoofilia en una relación histórica y cultural, que bien puede observarse en la mitología, por ejemplo, en la antigüedad griega, como también en otras culturas como la árabe, la africana y en los españoles; por tanto, la zoofilia no se trata de un acontecimiento de ayer ni limitado al Caribe colombiano. No hay que olvidar tampoco que el Caribe colombiano se construyó, predominantemente, por tres culturas: los africanos, los españoles y los nativos – residentes de estas tierras- Con la presencia de la zoofilia en la mitología, Archbold quiere indicarnos una filiación que los seres humanos tenemos con otros animales en prácticas sexuales, conduciéndonos así a la formación de un arquetipo cultural en el Caribe.

De acuerdo a esto último, comenta nuestro invitado que dicho arquetipo se ha expresado con mayor fuerza en los departamentos del Caribe colombiano como Córdoba, Sucre y Guajira, en el primero en mención, afirma que está intervenida por la presencia de los árabes. La zoofilia en la cultura del Caribe colombiano y respecto a los hombres parece encontrarse, según el análisis de Archbold, vinculada a un tipo de iniciación de la masculinidad, esto justificándolo en los análisis realizados por Pierre Bourdieu, sociólogo francés, quien retrata este tipo de prácticas de iniciación de la masculinidad con la desfloración en las culturas del Norte de África.

Esto último, en tanto que marco teórico, lo dirige hacia la obra literaria ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1982, Cien años de soledad, escrita por Gabriel García Márquez, hijo del Caribe colombiano, nacido en Aracataca en el Departamento del Magdalena. El fragmento seleccionado es aquel en que José Arcadio Segundo es cuestionado por su padre en relación a su sexualidad, específicamente, “si había hecho cosas con mujer (…) y si

Esto puede encontrarse en los trabajos del poeta martiniqués Edouard Glissant, en su concepto de Creolización. Cfr. Poética de la relación; Introducción a una poética de lo diverso

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las había hecho con animales”, a lo que respondió que no. Al joven muchacho no le pareció extraño que le preguntara por sus relaciones sexuales con mujeres, pero ¿con animales?, en su imaginación esto no estaba como posibilidad, hasta ese día. Según Archbold, en Cien años de soledad se hace por primera vez una mención a la zoofilia en la literatura del Caribe colombiano, y de ello se obtienen dos aspectos importantes: la iniciación de la vida sexual en una clara filiación zoofílica y la construcción de la masculinidad desde un status demarcado en la superioridad del hombre sobre la naturaleza.

El segundo autor del que toma un extracto es Ramón Molinares, en su cuento Larga espera. Aquí se presenta la situación de un hombre que se ha construido bajo los preceptos dictados por su madre. La situación de Danilo, personaje de Molinares, quien padecía de una infinita devoción y sumisión hacia su madre, era un hombre casado, aunque pasado largo tiempo, no había tenido relaciones sexuales con su esposa, no obstante, sí con su burra. Fuera de todos los análisis psicológicos o de corte psicoanalítico que se puedan hacer de este personaje, lo que aquí importa son dos momentos cruciales en la construcción de la masculinidad en Danilo: primero, que no había estado con su esposa, pero sí con su burra, lo que nos indica que, quizá, su iniciación sexual fue de tipo zoofílica, segundo, que las madres también pueden ser preservadoras y representantes del sistema del que deviene la masculinidad tradicional, en palabras de Archbold, una “embajadora del sistema patriarcal”.

Un tercer autor, bastante conocido en el medio literario, poeta del Caribe colombiano, nacido en Cartagena en el departamento de Bolívar, Raúl Gómez Jattín con su poema Te quiero burrita, hace más evidente la zoofilia desde el lenguaje lirico y crudo. No obstante, estamos en la imperiosa necesidad de citarlo para poder comprender lo que Archbold quiere analizar:

Porque no hablas/ni te quejas/ni pides plata/ni lloras/ni me quitas un lugar en la hamaca/ni te enterneces/ ni suspiras cuando me vengo/ ni te frunces/ ni me agarras/ Te quiero/ ahí sola/ como yo/ sin pretender estar conmigo/compartiendo tu crica/ con mis amigos/sin hacerme quedar mal con ellos/y sin pedirme un beso.

De este último fragmento Archbold introduce el análisis de una filosofa feminista francesa, Elisabeth Badinter, quien propone el carácter construido

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y adquirido de la masculinidad, enfatizando en que dicho carácter no es voluntario, sino dado por imposición y por ello se requiere de la presencia del hombre para reafirmarlo. Badinter ha denominado algunas de las prácticas de masculinidad como una suerte de “pedagogía homosexual de la heterosexualidad”, en la que el joven puberto se someta a un conjunto de prácticas que van desde ocupar el rol tradicional de una mujer hasta hacerle sexo oral a los más viejos de las tribus como símbolo de hombría y transferencia de la masculinidad.

A este respecto, aunque Badinter considera que esto ocurre en culturas no-civilizadas, Archbold opina lo contrario, el carácter de esta pedagogía se práctica en el Caribe colombiano, pero desde una clara base zoofílica. Las prácticas sexuales en manada alrededor de la copula con animales es en el interior un rito de iniciación de masculinidad y su argumento lo ha encontrado en Gómez-Jattín en su obra La gran metafísica del sexo. Archbold afirma que sin duda hay una dominación y cosificación en la zoofilia, lo cual bien podemos relacionar, sin temor a equivocarnos, a aquello que ocurre en la producción hiper-erotizada de la mujer en nuestras sociedades que bien puede propender a la violencia de género. La zoofilia se nos expone a un compendio de imágenes.

Fueron varias las reflexiones dejadas por este tema, entre las que podemos destacar que la zoofilia es una práctica violenta en relación a los otros animales, en tanto que se pasa por encima del consentimiento, cayendo en el prejuicio de que el sexo es una obligación sumida al deseo del hombre, obteniendo como resultado una violación. También que la practica masiva zoofílica, puede efectuar en nuestra psique una tolerancia y/o normalización que puede reproducirse en una violación masiva. Del mismo modo, en las reflexiones de la zoofilia como prácticas sexuales de iniciación masculina, nos topamos con el papel de la mujer-madre que en muchos casos normalizan este tipo de prácticas al punto de alentarlas, lo que nos deja como conclusión que las madres-mujeres juegan un papel importante en la construcción de la masculinidad desde su rol social preconcebido. Por otro lado, la violencia hacia otros animales, como en la zoofilia, es una cuestión que debe ser atendida psicológicamente, siendo que el consentimiento, ausente en esta práctica, es un factor relevante para determinar violencia de género.

Heroínas somos todas es el segundo recurso de este primer momento para pensar, estuvo a cargo de la Corporación Agencia 7/80.

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Una síntesis de la obra sería presentada así: tres mujeres vestidas de rosa, sus vestidos cubriendo su torso desde su cuello hasta un poco más allá de sus rodillas, una cola de caballo que dejaba ver su rostro nítidamente, sin estorbos ni maquillaje; tres mujeres siempre colocadas simétricamente sobre el escenario, sus voces fuertes eran una especie de reclamo, un grito de auxilio, un coro solemne, pero fúnebre.

Heroínas somos todas es una triada sobre la que se monta la trama vivida de la violencia intrafamiliar, concluyendo al final con un retrato de la Violencia de Género. Una pregunta que cabe hacer aquí es ¿qué puede hacerse desde las artes para erradicar este mal? Las artes tienen la potencialidad de transgredir, haciendo entrar al espectador a lo representado, superando la barrera de cristal, irrumpiendo en su sensibilidad por medio de la experiencia ofrecida.

El misterio que rodeaba cada escena vinculaba siempre a un silencio venial, no sacro ni litúrgico, era un poco más lúgubre sin perder su sentido conmemorativo. Su representación estaba en el borde de lo que se rehúye como destino trágico en la Violencia de Género, la muerte. Lo trágico como lo inevitable, como aquello que no puede ser de otra manera más que entregándose a un destino fatal e irreversible. Ahora bien, la obra de teatro Heroínas somos todas, transfigura ese destino trágico y nos los muestra en que elegir no necesariamente lleva a la muerte, sin embargo, nunca se sale ilesa. Esta representación teatral al final confluye en un grito unánime en defensa de la vida: – NOS ESTÁN MATANDO, grito de miles de mujeres, esta vez representado en tres ellas vestidas de rosa sobre el tablado de la II Feria. Un grito que se dirige sin interferencia al espectador, interpelándolo en razón de su responsabilidad con los asesinatos de estas 521 mujeres, con cada uno de sus dígitos; es inevitable entonces no preguntarse ¿qué estoy haciendo? ¿estoy haciendo algo para cambiar esta realidad?

Tres mujeres que giraban sobre un mismo escenario, sin perder su triangular presencia, para mostrarnos sin pausas la tragedia de la Violencia de Género en el seno de la más sobrevalorada institución social, la familia. He aquí, dos mujeres que se intercambian el rol del hombre sobre la escena, para expresarlo estéticamente, dos de ellas eran siempre poseídas por el fantasma de un hombre irascible y contagiado, quien establecía los medios para convertirse frente a su esposa en su más cruel verdugo.

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Cosas de las que no puede escapar nuestra mirada más responsable, es ver en cada escena a una mujer diferente, quizá, nuestra madre, nuestra hermana, amiga, vecina, conocida o desconocida, mujeres, al fin y al cabo. Todas ellas enfrentadas en un final trágico que solo se determina por su aptitud frente a su realidad. Esta sucesión de escena nos muestra, por un lado, la sumisión, el silencio, el ocultamiento y negación, y por el otro lado, los gritos mojados en lágrimas de los hijos. Mujeres que son al mismo tiempo madre, hija, amiga, hermana y vecina de alguien, de nosotros.

Quedan con esta obra algunas reflexiones. Aquella de que los niños, los hijos, posan en el silencio de la madre, gravitando en la inestabilidad producto de la Violencia de Género. Todo es replegado al interior, en la intimidad de la vida familiar. Tres mujeres, pero ¿por qué mujeres?, ¿por qué tres?, ¿por qué no cuatro en lugar de tres?, un simbolismo escatológicamente estético que podemos desenmarañar: porque tres es multitud; porque el rosa en sus vestidos, la simetría en sus movimientos y sus peinados estirados sobre el contorno de sus cráneos nos dejan a la conciencia la representación de la sororidad como una respuesta a la Violencia de Género, ésta aquí es la transfiguración de lo trágico en sus escenas. Del mismo modo, que nos muestran entre sus líneas los móviles más perceptibles que conducen a ello, los factores que la establecen y conducen a dicho final trágico. Todo esto para concluir con estas frases que significan la puerta siempre abierta frente a la Violencia de Género: “al fin cumplí mi gran hazaña: hablar”. Y luego, cerrar afirmando: “El amor no duele, el amor no obliga, el amor no lastima. ¡NI UNA MÁS ¡”

26 de noviembre. Primer momento del para sentir

Para nadie es un secreto que la masculinidad, tradicionalmente construida, es rígida, con sus límites perfectamente demarcados, ella dictamina, de antemano, cómo debe ser un ser un hombre, como tiene que comportarse en la intimidad y en lo público. Sus elecciones están determinadas como posibilidades, sus gustos, sus deseos, TODO ya está dado para un hombre, un hombre ya está hecho antes de nacer, y no nos referimos a factores biológicos. El socius identifica y marca para dejar circular, todo lo que entra al ámbito social circula marcado y codificado. En esto último en mención está la masculinidad, ella es uno de los tantos códigos que se inscriben sobre nuestros cuerpos.

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Sin duda alguna, la sensibilidad está determinada por la recepción de nuestros sentidos, los cuales, a su vez, son los canales siempre abiertos de nuestros cuerpos sexuados, campos repletos de fuerzas atractivas y repulsivas que crean conexiones y disyunciones. Desde antes de nacer a los hombres se les es negada la posibilidad de explorar sus cuerpos, esta exploración es meramente racional, un compuesto de objetividades, alejadas de toda experiencia estética. De aquí que no sea descabellado pensar que la frecuente objetivación de los hombres respecto del cuerpo de las mujeres no sea más que la extensión del conocimiento sobre el cuerpo de sí, es decir, solo carne y huesos y nada más. Explorar sensitivamente nuestro cuerpo, una mano extraña recorriendo lugares vedados pero erógenos, es para un hombre sinónimo de feminidad, y ser femenino es todo lo contrario a la masculinidad (fuerza, supremacía, autodeterminación, autosuficiencia, lo primero).

Dorys somos todas, un taller con base en un cortometraje, con este mismo nombre, del Colectivo Artístico Kesiga ha puesto ante nuestros ojos la fragilidad de aquello que se muestra como indestructible: la masculinidad tradicional. ¿cómo? Con una pollera ha bastado para develarnos lo obtuso e ilusorio de los fundamentos sobre los que se ha construido la masculinidad en el Caribe colombiano.

Al inicio del taller un calentamiento, para destensar el cuerpo rígido del varón que ya posa con su pollera blanca. Los movimientos siguientes, por ejemplo, las diagonales buscaban intervenir el cuerpo para traspasar el límite y disponerlo. Cada ejercicio del taller era simple, pero para un hombre significa, a ciencia cierta, un vértigo, un cuestionamiento ancestral, ¿un hombre con falda? ¿un hombre ondeando una falda? Sin duda, un reto, el elemento importante y predominante era ese, justamente, una pollera amenazante que ahora estaba amarrada a la cadera de un hombre, quien debía sentirla como parte de sí, como suya y moverla junto a su cuerpo.

¿Qué es el cuerpo para un hombre? la zona no explorada, lo que está de este lado del charco de que divide su mundo. Mundo del sí mismo, de aquel mundo desconocido, de lo diferente, de lo Otro. Ir más allá es descubrir que después del límite impuesto hay un mundo que se había ocultado, en donde el hombre, sin dejar de ser tal, puede gozar de sus producciones sensoriales.

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El bullerengue, un ritmo muy popular en la zona del pacifico y del Caribe, se convirtió en pieza clave, ya que esta danza es bailada popularmente con mujeres, pero esto no es lo importante, sino la corporalidad que quiere expresarse en los ritmos salidos del cuero del tambor lo hacen predilecto para trabajar el cuerpo. Dos ejes fundamentales para agitar la falta: los hombros y el centro que une al torso con las piernas, la pelvis. La danza es un recurso importante para trabajar la sensibilidad, para explorarla, pero también, y lo más importante, es que posee un conjunto de elemento que posibilitan una transgresión, la danza es movimiento, y todo movimiento es vitalidad, recurrir a esta arte en nuestro segundo día de Feria es relevante porque aporta caminos de construcción de la masculinidad desde la educación del cuerpo. La falda es importante porque aporta al ejercicio un elemento con el que el hombre no se relaciona y es visto como algo exclusivo de la mujer y de feminidad, pero hay otros elementos, otros medios que facilitan este tipo de ejercicios que tienen en su fondo una acción transgresora a la masculinidad tradicional.

La danza ofrece una interacción, un juego atractivo y comunitario, en donde percibimos y nos percibimos en. El taller propuesto por el Colectivo Artístico Kesiga nos detalla un medio para trabajar las masculinidades y la Violencia de Género, puesto que si hay un instrumento, el instrumento idóneo de la danza es, sin duda, el cuerpo, el cuerpo a secas, su transfiguración, su unificación de lo sexual, su interpretación desvinculada de una objetivación racional, es solo cuerpo, vibras, energías circulando a la velocidad de los flujos sanguíneos y al ritmo de los sonidos de una tambora, del sonido seco de un llamador, un dejarse llevar, un dejarse ir.

Si el taller Dorys somos todas nos brindó algo fueron las herramientas y el vislumbramiento de un camino: conectar los trabajos de masculinidades a los trabajos del cuerpo. El ser es también sensibilidad. La danza en este taller nos ha dado una luz que nos muestra un acceso para la exploración sensible. Si uno de los detonantes de la Violencia de Género es la condición de “fuerte” y “superior”, denotada en la agresividad de los hombres hacia las mujeres, la sensibilidad, no entendida aquí peyorativamente en relación a la feminidad, es entonces el acceso al Otro que posibilitaría la sensación de empatía, de verse en ese fuera de sí, de reconocer al desconocido como parte de mí, es decir, como su responsable.

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Uno de los productos de la masculinidad tradicional sobre los cuerpos de hombres es está separación, está diferenciación que aísla y mira lo diferente, cualificado, de femenino como un contrario irreconciliable, generando así una aversión. El mensaje implícito en el taller de danza ofrecido por el Colectivo Artístico Kesiga es: ¡Hay que trabajar el cuerpo!

Solo hasta que vemos el cortometraje, producido por éste mismo colectivo, comprendemos totalmente el sentido de que los hombres usen la falda en el taller, pero es un sentido más reflexivo, partiendo de la vivencia del taller. Colocarse la falda es igual a lo que reza el adagio popular: “ponerse en los zapatos del otro”, de aquí que se le haya dado el título de Dorys somos todas. El taller de danza es el producto del laboratorio montado para crear esta pieza audiovisual, que busca mostrarnos la realidad de muchas mujeres que sufren Violencia de Género en Dorys. Una narrativa que guarda en su rítmica la penitencia y el suplicio que ella vivió en lo que ahora es su historia de vida. Dorys somos todas, porque ella aquí es solo una más que grita en los rincones de una habitación que la ha visto derramar lagrima tras lagrima.

Este cortometraje con el que cierra este segundo momento, nos aporta una reflexión profunda e interesante que conecta muy bien a nuestra sensibilidad, además, de convocarnos a nuestras vivencias en el taller tengan su lugar más profundo, que tenga un sentido con la realidad, en pocas palabras, que seamos capaces de cuestionar críticamente nuestras formas de relacionarnos con las mujeres y entre hombre, nuestras formas de vivir la masculinidad. Afirmar que “Dorys somos todas”, luego de haber usado una falda, es pensar que el sexo como condición biológica no determina en nada mi empatía, que eso a lo que Dorys sobrevivió, y otras tantas no pudieron, tiene que ver conmigo, porque yo también soy Dorys, porque siento y padezco en la piel de Dorys, en mi cuerpo, lo que ella sufrió. Entonces solo queda una pregunta por responder ¿quién soy? ¿Dorys o su verdugo?

27 de noviembre. Segundo momento para pensar

La poesía siempre ha tenido, por siglos, una intensidad aguda que logra por medio de la estetización de la racionalidad en la escritura, despertar todo tipo de emociones creando conexiones más profundas que cualquier tipo de escritura, por eso es considerada un arte, puesto que no se trata de presentar cavilaciones, reflexiones objetivas sobre una realidad. La poesía es la única capaz de expresar en palabras la sensibilidad, la estética profunda de la experiencia humana. Entonces, porque no dedicarle un día en la II Feria. Al igual que el primer día la intensión era motivar el pensar, esta vez, con el Sexo+Café, que tenía por tema “poesía para hombre, no apta para machos”. En medio de la poesía reflexionamos sobre “Que no es un hombre”, revalorándolo con nuestros participantes, para expresar los modos en que se manifiesta la masculinidad, este es uno de los ejercicios en los trabajos de masculinidades, deconstruir lo que social y culturalmente se ha dicho que es ser un hombre.

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A razón de lo anterior, contamos aquí con la presencia y obra de Alma Fernández del Colectivo Brujeres, voces ancestrales, quienes muy recientemente han publicado un compendio de poemas. Los escritos de Alma son el relato lírico de su propia experiencia de vida, siendo éstos aquí el recurso catártico del que hizo uso para dirimir su padecimiento al ser víctima de Violencia de Género. En la poesía encontramos está capacidad estética que consiste en una suerte de desdoblamiento, Alma lo hizo posible. Sus escritos señalan un camino que viene de adentro, de lo más hondo de un sentir que se exterioriza como una salida del lugar en el que estuvo a punto de reciclarse.

Alma nos sugirió este recorrido con sus escritos: 1) Estado de sitio; 2) La reina del cucayo; 3) El cerco; 4) La muralla; 5) Carambantua enguayaba’a; 6) Danza guerrera; 7) Punto de quiebre; 8) Audiencia; 9) A ciencia cierta; 10) Dos hijos y tres botellas de rol; 11) Perdona mi piel. No es interés nuestro volver sobre ellos aquí, puesto que hay que leerlos, pero sí nos interesa reflexionar sobre el conjunto de este recorrido. Cada uno de estos poemas, son trozos, aforismo de experiencias, piezas de su historia revelada en la intimidad que brinda la poesía. Estado sitio, iniciar con este concepto ya es disponer los sentidos a la vivencia de una guerra. El estado de sitio es la suspensión de la Ley para darle total autonomía a una sola persona para ejercer poder, por ejemplo, a un presidente, quien podrá ejercer la fuerza según su propio criterio, esto ocurre cuando hay un conflicto interno, la idea es darle potestad absoluta al jefe de Estado.

Vamos al contexto, Alma nos cuenta su estado de sitio al interior del hogar, el hombre es sobre quien se concentra el poder, un poder que se ejerce sobre los cuerpos, violencia justifica en el hecho de ser hombre ¿cuántas mujeres no están en este momento dentro de las instalaciones de un estado de sitio, al interior del lugar que debería protegerle?

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Es esta la instalación en la más pura cotidianidad, en la vida familiar. La instauración para el ejercicio propio de la Violencia de Género, dada por las formas en que la masculinidad ha sido construida tradicionalmente, esto es fácil de observar en ese “todos los hombres son iguales” que entre líneas nos muestra Alma. Sin embargo, en este mismo poema se nos muestra algo importante, y es que todos los hombres no nacen iguales, puesto que “todos los hombres son iguales, sin ser niños” y “todos los hombres son iguales” excepto sus madres de quien nacieron, ellas son diferentes. Esto también se relación a La reina del cucayo, en donde se nos muestra en ese “no hay” la construcción ilusoriamente vendida del “hombre” en todas las generaciones, “no hay” porque eso que te dijeron de un tal ser-hombre realmente no existió ni ha existido, es la impostura, el cuerpo revestido y adornado de manera narcisista por el socius, es la idealización que posa sobre las cabezas aun humadas del varón al nacer.

La voz de Alma es, sin duda, una voz prestada, o mejor aún, ofrendada voluntariamente; no es Alma quien en solitario habla y escribe, son también, en ella, todas aquellas mujeres violentadas que en su voz acuden a su grito envuelto en rítmicas líricas. Reflexionar la poesía es tan complejo como redundante, la poesía no necesita reflexión alguna, ella ya ha decantado tal ejercicio meditativo, por eso sus líneas se escurren en la medida en que buscamos profundizar sus efectos, de ella solo quedan imágenes, que a menudo intentamos traducir al lenguaje articulado.

Con Alma aprendimos una lección valiosa, el arte sana; por medio del arte es posible encontrar una salida o, siendo más radicales, el arte es la salida, por lo menos lo ha sido para Alma.

El poemario que ha querido compartirnos nuestra invitada ha sido realmente su camino, el que tuvo que recorrer; es su diario, en el que encontramos muchos personajes, quienes también han de aparecer en otras tantas historias: la familia, los amigos, los vecinos, los hijos y, por supuesto, su verdugo. Crear una Muralla es un síntoma de sentirse en peligro, luego, establecer un Cerco para aislarse y revivir de dentro lo hace un evento mucho más fuerte y doloroso. Cada uno de estos fragmentos arrancados de una historia real y llevados luego al lenguaje poético, no pueden expresarse sino bajo el adjetivo de “artístico”. En estos poemas las palabras van una detrás de otras, como un caudal incontrolable que solo quiere desbordarse, por tanto, no son palabras vacías, ellas transportan un contenido que parece venir de otro lugar, tal cual, como un grito en silencio, es así como la poesía nos invade y describe el silencio.

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La Violencia de Género es tan profundamente dañina que el arte parece mostrarnos, una vez más, sus potencialidades como herramientas de reivindicación. El arte vitaliza y revitaliza, hace nacer y renacer, así tal cual nos lo expresa Alma en Carambantua enguayaba’a, tal cual un canto que, como el bullerengue motivado por el dolor – uno de los ritmos que posibilita llevar en el canto un lamento- es expresado en la prosa poética. Alma profetiza un levantamiento, comunica algo que está por venir, por eso danza, por eso ahora se alegra, pero no es una alegría ingenua, es una alegría consciente de su trasegar en la Violencia de Género, por eso no es cualquier danza, es una Danza guerrera. Guerrera porque denota valentía, fuerza interior, fuerza de adentro, una fuerza venida del más allá, es el susurrar del silencio que grita “¡basta ya!”, cuando ya se ha agotado la voz de auxilio, por lo que ahora es un grito de revancha: “te salvas de que aún no sepa invocar a mis muertos”. He aquí el simbolismo traslucido de un despertar, de un nuevo amanecer.

El reconocimiento del estado de sitio, el verse ahí dentro, arrinconada por el verdugo que te ha hecho su víctima, no es un acontecimiento cualquiera; ahora, salir de ello es afrontar una guerra que se dirige en contravía, por un lado, una guerra interior, sin duda, espiritual ligada a la carne, y, por el otro lado, una guerra con aquel que se muestra como indestructible de acuerdo al lugar que lo ha producido: la cultura y lo social, de donde se considera anticipadamente como el vencedor. La guerra interior, presentada por Alma en eso que ha titulado Bestia de vida, nos detalla el momento trascendente al que se debe enfrentar la victima para salir victoriosa, “hay que defender la vida”, primero es la vida. Pero no todo vine del ego, el amor como la potencia suprema muestra de lo bello, de lo estético es importante en esta lucha, es ese abrazo que consuela, que da fuerzas para no desistir, es aquel que abre la expectativa a una esperanza que garantiza un después, un más allá. Vimos con Alma que la poesía tiene la capacidad ínfima de transformar la realidad, pero también de comunicarla. Una potencialidad que conduce a la vida interior a un afuera. Alma ha hecho un llamado de alerta, por tanto, también una forma de transformar otras realidades.

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CIERRE: 28 de noviembre. Segundo momento para sentir

Tanto el taller del primer momento del sentir como éste aquí, son integrales a los trabajos de masculinidades. Ambos han buscado en esta segunda versión de la Feria estimular la sensibilidad por medio del arte, construir semblanzas al interior de los participantes que luego puedan llevarse consigo en recuerdos de experiencia que les construyan. Este momento de cierre lo quisimos designar para la música, el lenguaje armónico de nuestro universo. Para ello, contamos con la presencia del músico Luis Fernando Echeverría, quien desde un taller dirigido y de acuerdo a sus conocimientos en música buscó, por diferentes ondas e intensidades de sonidos generadas por su guitarra eléctrica, conducir a los participantes por distintas sensaciones.

Si el universo está compuesto de ondas y vibraciones, nosotros, sin duda, vibramos con él. La música como una de las producciones del ser humano es una de las artes que es capaz, sin ningún tipo de lenguaje articulado, conducirnos por un mundo de sensaciones, pareciese un lenguaje universal, que supera toda barrera idiomática. Este era el propósito de este taller de música y terapia mover los aparatos de percepción que nos hacen ser de una manera determinada, para dislocar por medio de la sensibilidad eso que se ha construido como un mandato. Para consolidar esto se marcó un camino que todos debían recorrer, camino condicionado por la música a partir de tres sensaciones: tensión, reflexión y esperanza, cada una en relación a la pregunta por el ser, de suma importancia en los trabajos de masculinidades, puesto que con ello intimamos en los modos en que se ha construido y preservado la masculinidad tradicional.

Algo que tienen en común ambos talleres es que han tomado como campo de acción e intervención el cuerpo, cada uno a su estilo, desde sus medios, la danza siendo más directa, la música invadiéndolo sutilmente. El cuerpo es el territorio idóneo para trabajar la masculinidad, pero la música en este taller ha presentado su propio dominio, la estimulación sobre la sensibilidad en las intensidades del sonido. Esto aquí nos ofrece algo profundamente relevante como su producto: la música parece mostrarnos un camino recto para trabajar el ser, por tanto, el cuerpo siendo un territorio de intensidades sensibles y orgánicas, devino aquí el canal de expresión a una pregunta: ¿Quién soy?.

II Feria de Sentires y Pensares 15

En el primer momento de tensión, se recreó lo que la vibración les provocaba en emociones y luego llevarla una hoja en blanco en un dibujo. Observamos entonces que las emociones son representables y, eso que representamos, está en relación con quien somos, con eso que hemos construido. La música, como las otras artes, tiene sus potencialidades y una de ellas es la transferencia, aquello de embarcarse en la vibración operada por el artista al tocar su instrumento, nos hace pensar en la existencia en tanto que una unidad en el mundo. Ésta es la sensibilidad que nos arropa y acoge como si se tratará de un solo cuerpo.

Es posible encontrar en la música una herramienta para trabajar las masculinidades, para ahondar en el ser, y luego poder deconstruirlo en un proceso. Si queremos ver la Violencia de Género en tanto que germen en cada uno de sus actores, la música puede develarlo como expresión sensible. Pero ¿por qué escoger la música como vehículo? Pues, la masculinidad se ha construido de modo tal que posee una aversión a todo lo que conduzca grados de sensibilidad alta, y es la música uno de los medios idóneos para explorar el ser-hombres, es como exponerlos a una terapia de choque, poniéndolos frente a un espejo. Un ejercicio con la música, como taller dirigido evidenciado en esta II Feria, nos muestra una ruta para empezar un trabajo de sensibilización y exploración de la masculinidad, detectando los mecanismos apropiados de su deconstrucción. Previamente los Sentipensantes han realizado ejercicios de la forma en que la violencia basada en género se manifiesta en canciones tradicionales del Caribe colombiano .

La música aquí quiere ser presentada como un medio de acceso a la intimidad no revelada por los hombres, para enseñarles con ello que sentir no es negativo, que no hay nada más natural que sentir, que expresar libremente sus sensibilidades, aquellas que le han sido negadas (llorar, expresar afecto, amar a otros y otras). En este taller tocamos el talón de Aquiles de toda masculinidad, aquello que se oculta para mantener el status del ser-hombre impuesto como totalidad del ser. Si algo encontramos en la música es su potencialidad para exteriorizar.

El segundo momento en este taller tuvo como propósito estimular como sensación reflexión y calma, buscando explorar por medio del sonido a estas emociones para representar nuestra vida, esta vez, en un árbol, en tanto que representación de lo que nace y crece, como un movimiento natural. Compararnos con el crecimiento de un árbol es también reflexionar desde las experiencias sensibles lo que hemos hecho, lo que hemos recorrido, lo que somos desde ayer hasta hoy; todo esto por medio de la sensación estimulada por la melodía compuesta en las cuerdas de la guitarra de Luis Echeverria.

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La música desde esta perspectiva nos abre un campo de acción para el trabajo con hombre, siendo entonces el hombre unos de los principales actores de la Violencia de Género, por eso, es nuestro sujeto de estudio. La música posee las herramientas que abren al ser, en tanto que expresión y reconocimiento emocional. Prácticamente, se trata de trabajar las masculinidades sobre la intensidad del sonido, no la música como un tipo de ambientación sino como el medio efectivo de exploración de la sensibilidad.

Tal cual como se nos ha presentado en este último momento con la sensación esperanza, subir la intensidad y hacer vibrar los cuerpos en consonancia con el ritmo para expresar, luego, las emociones. Las variaciones e intensidades en el sonido, nos hacen entrar en una montaña rusa, de altos y bajos que bien pueden ser decantados en expresiones como escritura o dibujo. Si la idea es conectar con el ser, la música se nos presenta como la ruta predilecta para adéntranos en ello.

Este taller de música y terapia nos ha mostrado una cuestión que no hay que pasar por alto: el ser. Si queremos una reflexión final es que este segundo momento para sentir ha puesto en cuestión el ser, pero ¿el ser? Sí, el ser como la abstracción, tradicionalmente, hecha de la existencia humana. Exactamente se ha puesto en cuestión la relación que, desde tiempos inmemoriales, las humanidades y las ciencias sociales han establecido en la correlación ser-pensamiento; es decir, que ser es pensar, que existir es pensar, que sin pensar no hay existencia, reduciéndola a una de sus actividades. Observamos entonces con este segundo momento para sentir que la música nos devela la sensibilidad o sensación como un momento previo o anticipada a cualquier reflexión, a la actividad del pensamiento, que la existencia no es una determinación necesaria del pensar.

El taller de Música y terapia nos está señalando un camino distinto al ya recorrido, no llegar al ser por la vía de una racionalidad que reduzca la existencia sensible a sus categorías, sino lo contrario, que la sensibilidad use su lenguaje racional para expresarse, tal cual como se hizo en el taller, por medio de actividades artísticas, manuales, que no impliquen necesariamente una primacía de la racionalidad. El ser no es necesariamente razón, reflexión, pensar, sino que también y en los mismos grados sensibilidad. Entonces, si al hombre la cultura le ha negado la posibilidad de expresar su existencia sensitivamente, por qué no ofrecerle mejor este camino que le ha sido vedado, y liberarlo del yugo que le ha tocado llevar por mantener el status de macho dominante y violento, del que proviene la Violencia de Género.

Reflexiones finales

Cuatro días fueron suficientes para darnos cuenta el grueso del mal al que nos enfrentado y de lo que debemos hacer para recomponer lo averiado, aquello que se ha prestado para ser arma de guerra y no herramienta de desarrollo y crecimiento en lo social y cultural. La producción artística nos ha develado sus potencialidades mostrándonos que por sus medios es posible construir un sendero para deconstrucción de las masculinidades, en donde a partir de la sensibilidad y estimulación reflexiva del pensar sean los ámbitos de intervención. Fueron cuatro días de Ferias, distribuidos simétricamente en dos estados (sentir y pensar), cada uno colocando en el centro del escenario un arte: Teatro, Danza, Poesía y Música.

Cada una a su modo, según sus mecanismos nos mostró otras formas de trabajar las masculinidades. El teatro con su valor reflexivo sobre lo ético y estético de lo social; la danza con interés en trabajar la sensibilidad directamente sobre el cuerpo, convirtiendo a éste en su instrumento idóneo; la poesía con su imposición estética sobre la razón, de dónde puede devenir una efectiva metodología catártica y pedagógica para trabajar las masculinidades desde la reflexión por medio de estadio poético que conecta a la sensibilidad; y la música con su lenguaje incorporal, incluyente universal posibilita una exploración de la sensibilidad a partir de ese otro lenguaje no-racional, prescribiendo con ello la exploración del ser, de la existencia humana, desde una dimensión que los hombres no exploran, la dimensión estética, la sensibilidad. Estas cuatro artes no han permitido tener una aproximación a metodologías para el trabajo de masculinidades, convirtiéndose con ello en un camino que insta a ser recorrido.

Ver España, J. y Lora, E. Imaginarios del Hombre Caribe a través de la música. https://www.slideshare.net/jairespanagalan/cuando-los-hombres-sentipiensan-imaginarios-del-hombre-caribe-a-partir-de-la-msica